Autoridad parental

Existe un conflicto frecuente y poco deseado por madres y padres, y este se presenta cuando sentimos vulnerada nuestra autoridad de mamá o papá frente a nuestros hijos e hijas o en las decisiones que implican cuidarles y/o educarles.

Muchas veces, algunas de las personas más cercanas a nuestra familia, quieren participar en varias o todas de estas decisiones, y aunque exista cariño de su parte o sea con las mejores intenciones, a veces es necesario establecer límites. Esto no significa que nunca validemos sus opiniones ni aceptemos algunas de sus recomendaciones, pero es importante que estas no se conviertan en imposiciones y que nos respeten cuando no elijamos distinto. 

Vale la pena ahondar en que soluciones podemos darle a este conflicto sin que ninguna persona salga herida.

Cuando estas intervenciones tienen como finalidad hacerse sentir útiles o ayudarnos , pero no necesariamente es la ayuda que buscamos o que necesitamos, respetuosamente y con educación de antemano, podemos rechazar el ofrecimiento de ayuda o las recomendaciones dadas, sin olvidar dar las "gracias" y explicando brevemente que lo que nos están ofreciendo o sugiriendo, no es necesario o no es compatible con nuestro modelo de crianza.

Cuando son demasiadas las intervenciones "para ayudarnos" y éstas empiezan a sentirse como una presión constante para los padres o a generar conflicto entre ambos, es necesario establecer límites de manera respetuosa pero muy tajante. Aunque a veces nos incomode, es válido hacer que se cumpla nuestro derecho de aprender a ser padres o madres a través de la fórmula inequívoca del ensayo y del error. Para lograr esto, ambos padres deben ponerse de acuerdo en hacerlo y ser un equipo sólido que defienda sus decisiones sobre como educar a sus hijos e hijas y respaldarse uno al otro frente a los demás.

Es indudable que muchas personas gozarán de la virtud de la experiencia que nosotros apenas vamos adquiriendo, pero al no tratarse de sus hijos, también tienen despreocupación por los límites. Somos nosotros los padres los encargados de educar y eso a veces nos colocará frente a ellas y ellos como los rígidos.

En la práctica, he aprendido que pelear para que se respete tu figura o tu lugar de mamá, no solo es innecesario porque ese lugar solo es tuyo, sino que se sufre mucho. Siempre es mejor es intentar sobrellevar estas situaciones con paciencia, discerniendo que podemos tomar positivamente de las opiniones o recomendaciones de otros y que definitivamente no, cediendo cuando es posible ceder pero sin ir en contra de nuestras creencias e ideologías como padres, y si es necesario hablar para exponer los motivos del porque elegimos hacer las cosas de manera diferente a la que nos proponen, hacerlo sin dar tantos detalles, ya que pueden no estar de acuerdo con lo que elegimos pero sí deben respetarnos y respetarlo. La mejor virtud que podemos practicar con estas personas, es el agradecimiento. Elogiar las buenas intenciones y convertirnos en un modelo de inspiración, mas que de autoritarismo.

A veces será complicado, porque algunas personas, por su carácter, rechazarán tu actitud conciliadora y no serán receptivas a lo que les expongas, pero en este supuesto lo mas sano definitivamente será poner distancia de por medio. 

Nuestra responsabilidad primordial debe ser cuidar y educar a nuestras hijas e hijos, procurando su desarrollo y el bienestar de toda la familia, más no somos responsables de como nuestras decisiones en relación a ello hagan sentir a terceros. Por último, siempre hay que procurar que nuestros criterios sean aceptados a través del respeto. Recuerda que al final del día, frente a nuestros hijos e hijas nuestro deber y compromiso mas grande, es el ejemplo.

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