No tomes decisiones enojado ni hagas promesas feliz.

Se dice que las decisiones que más afectan nuestras vidas son aquellas que tomamos anteponiendo lo emocional a lo racional. 

Cuando leí por primera vez la frase "No tomes decisiones enojado ni hagas promesas feliz", caí en la cuenta de que muchas veces a lo largo de mi vida he tomado decisiones basadas en lo que siento y no en lo que pienso y en cómo esto me ha afectado de manera positiva o negativa. Las menos afortunadas fueron aquellas decisiones fundadas en la ira. Las consecuencias nunca fueron buenas, pero hubo que hacerles frente y aprender a la mala que si se volvían a presentar ese tipo de situaciones en mi vida tenía que considerarlas antes de repetir los mismos errores. Siempre tenemos que tener en cuenta que ponemos en juego cuando actuamos llenos de ira. Con el tiempo y las experiencias he aprendido que es posible reconocer cuando queremos hacer algo guiados por el enojo. Tu cuerpo te lo dice, aumenta tu temperatura, se agita tu respiración, los nervios se tensan... es como si te alistaras para una lucha, y sin embargo la mayor parte de las veces decidimos ignorarlo y continuar sin importar lo que suceda después. Pero eso sí, ya cuando la cagaste entonces si viene el arrepentimiento.
Para evitarnos a nosotros mismos estas situaciones tan incómodas, se necesita mucho conocimiento de ti mismo y mucho autocontrol,  pero una vez que logras dominarte a tí mismo eres grande.

Por el otro lado, no por el hecho de sentirnos felices y satisfechos por el momento con lo que pasa en nuestras vidas, debemos aventurarnos a todo lo que venga y se nos presente sin antes reconocer nuestras capacidades de dar y hacer. ¿No les ha pasado que a veces guiados por el optimismo del momento acceden a peticiones o solicitudes de otras personas con las que realmente ni siquiera se sienten agusto o peor aún no son capaces de cumplir a total cabalidad? 

Previendo ambas situaciones lo ideal es que todos y cada uno de nosotros reflexionemos sobre lo que implica y cuales serían las consecuencias de todo lo que digamos o hagamos para nosotros mismos y hacia con los demás. Cabeza y corazón deben ser equipo cuando tomemos decisiones.



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