Seis años sin tu risa...

Hoy se cumplen 6 años de la muerte de mi hermana Vane. Se dicen fácil pero en realidad ha implicado grandes esfuerzos sobrellevarlos sin ella. El día que murió empezó como cualquier otro, nunca imaginé que horas mas tarde mi vida y la de mi familia cambiarían para siempre.

Uno aprende a lidiar con el fenómeno y realidad de la muerte hasta que la experimenta de cerca y aún así, habiendo pasado tanto tiempo y entendido tantas cosas, sigo sin comprender muchas otras. Hay preguntas que se quedarán sin respuestas pero aunque suena desalentador llega un día en que aprendes a aceptarlo y encuentras la paz que tanto anhelabas. Sin duda, algo me ha enseñado ésta pérdida es a querer y valorar a mi familia y mis amigos. Mis papas y mi esposo son mi máximo en el mundo. Cuando los miro me doy cuenta que aún con lo que me ha sido arrebatado y lo mucho que ha dolido, la vida me sigue regalando personas y momentos de felicidad por los que vale la pena seguir adelante. Con una pérdida como esta, descubres lo significativo e importante de los pequeños detalles.  También entendí que hay que darle el tiempo, la importancia y el dolor justo a las dificultades. A veces todavía me cuesta ponerlo en práctica, pero si algo es cierto, es que no vale la pena desgastarte por aquello que no puedes controlar, no depende de ti o que si tiene solución.

Cuando Vane murió, nos provocaba mucha frustración no saber con que llenar los espacios que dejó ni que hacer en los momentos que compartíamos con ella. Creo que es normal buscar sustituirlo de una u otra manera con algo que te genere el más mínimo sentimiento de felicidad, hasta que caes en la cuenta de que ni siquiera con distracciones cambiarán las cosas, es entonces y cuando más solo te sientes que llega el momento en que vislumbras la salida, confrontas los hechos y a pesar de ser doloroso, una vez que aceptas lo sucedido respiras de nueva cuenta. No hay nada ni nadie que pueda suplir a esa persona, pero definitivamente su ausencia puede pasar de ser un obstáculo en tu vida a un motor para lograr grandes cosas. 

Tristemente, en momentos difíciles como este descubres a tus verdaderos amigos. Es normal que al principio de un duelo todo mundo se muestre interesado; entre la curiosidad, el morbo y la compasión se reciben un montón de muestras de afecto o interés; sin embargo, conforme pasa el tiempo y los meses se convierten en años, los curiosos se alejan y solo se mantienen cerca aquellos a quienes en verdad interesas. Sí es verdad que duele, pero al mismo tiempo descubres la calidad y el valor de las personas que te rodean.

Cuando pienso en mi muerte, se me vienen a la mente las personas que amo. Mi mayor deseo es que pudieran seguir adelante sin sentir mi partida y ausencia como abandono de mi parte. Si bien físicamente no estaré presente espero dejar algo de mi en algún pequeño detalle o recuerdo que los aliente. Este pensamiento me lleva a considerar, que probablemente mi hermana y cualquier ser querido que se nos haya adelantado en el camino quiso lo mismo, es decir, ser recordado con amor y no con sufrimiento, con agradecimiento por lo que vivimos juntos y que podamos externar una sonrisa con tan sólo pensarlo. Si bien es cierto que al pensar en Vane me invade la nostalgia, también la recuerdo con cariño. La imagino sonriendo y se me viene a la mente el sonido contagioso de su risa. Me imagino peinando su cabello como a veces lo hacía. Intento recordar el timbre de su voz cuando me llamaba por mi nombre para contarme alguna anécdota chistosa de su día. La extraño tanto... 



Tú que estas leyendo, si aún no has experimentado el dolor de perder a alguien a quien amas en verdad, valora los momentos a su lado y no vivas con miedo de que algún día suceda, cuando pase no será el fin de tu relación con la persona que ha muerto y eventualmente volverás a sonreír. Por el contrario, si ya has vivido y sufrido una pérdida que te ha marcado de por vida, permítete sentirla pero también trabaja en aceptarla. La mejor sanación es esa, así conseguirás recordar a tu ser querido en paz y con amor. 

Por último, me atrevo a pedirte a ti que me estas leyendo, una oración por mi hermana. Donde quiera que se encuentre será bien recibida. Y una vez mas, gracias a todas aquellas personas que desde el primer momento y de manera constante nos han acompañado a mi y a mi familia en este caminar. Ha sido un proceso largo y con muchas pruebas, pero su apoyo y cariño han sido siempre una pieza clave para poder seguir adelante.

¡Gracias!




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