Decir adiós a un amigo peludo

¡Hola amigos lectores! Primeramente quiero desearles un feliz año nuevo 2020 a todos ustedes y agradecerles, como siempre, que me lean y me sigan acompañando en esto que tanto me gusta hacer, es decir, escribir.

En esta entrada quiero compartir con ustedes una experiencia que marco mi cierre del año 2019 y fue despedir a una gran amiga y compañera de vida, mi perrita Barbie.

Muchas personas subestiman el cariño que algunas personas podemos sentir hacia los animales, sobretodo hacia nuestras mascotas, pero es verdad que entre humanos y animales puede generarse un gran vínculo a través de la convivencia diaria. Y así lo fue en mi caso. 

Barbie, una french poodle blanca, llegó a mi vida y la de mi familia entre el 2009 y 2010, no lo recuerdo exactamente. La adoptamos luego de que su primer familia no pudo conservarla más. Al principio la perrita era un poco huraña porque nos desconocía y había llegado a una nueva casa, con una nueva familia y con nuevas reglas, pero al poco tiempo se adapto a nosotros y nuestro estilo de vida. 

Entre ella y yo se creó rápido una conexión, al grado de le permití dormir conmigo y en mi cama. Siempre fue un animal muy educado, entendía rápido y se portaba muy bien. Crecimos juntas. Si yo estaba feliz, Barbie era partícipe de mi felicidad y si yo estaba triste, Barbie era muchas veces testigo y compañera en esos momentos. Los animales, por increíble que parezca, tienen una capacidad asombrosa de ser empáticos con sus dueños. Bastaba una muestra de cariño de parte de ella para que yo pudiera sentirme mejor.

Rápidamente esta perrita se ganó un lugar en nuestra casa y en nuestros corazones. Con ella todos reímos, lloramos y crecimos.

Algunos años más tarde, una de mis mejores amigas me regaló una nueva perrita: Lola. Barbie la adoptó como si fuera suya. Creímos que iba a ser un problema su convivencia pero inmediatamente se convirtieron en hermanas y compañeras y hasta el último día Lola la reconoció como su líder.

Debido a la llegada de esta nueva perrita, fue necesario hacer algunos cambios. Tuvimos que mover a ambas al jardín y destinar un espacio del mismo para que pudieran dormir juntas y jugar. Definitivamente para Barbie esta parte no fue la mejor, estaba demasiado acostumbrada a la comodidad de la casa y a mi, así que hubo momentos en que la vi pasarla mal, pero como todos lo hacemos, logró acostumbrarse.

Así pasaron muchos años. Luego de mi, ambas perritas se convirtieron en las compañeras de juego de mi hermana, la mayor parte del tiempo era ella quien las sacaba a pasear. Estuvieron con nosotros incluso en los peores momentos, como cuando mi hermana murió. Barbie y Lola nos vieron llorar muchas veces y su respuesta fue siempre la misma, acercarse y demostrar cariño a través de las muestras más simples, pero también las más efectivas.

Después, en el 2017 llegó mi momento de irme de casa, cuando me casé. Ambas perritas se convirtieron muchas veces en la única compañía en casa para mi mamá. De alguna manera ella no estaba sola cuando yo me mude, porque una vez más, ahí estaban ellas.

Entonces, como verán, las mascotas se convierten rápido en familia, al menos así ha sido en nuestro caso. Son ángeles con colita, que están siempre a tu lado incondicionalmente, deseando que llegues del trabajo o de la calle solo para recibirte y sentirse felices de verte y estar contigo. A veces nos falta valorarlas más.

Pero al igual que nosotros, las mascotas envejecen y se enferman. Barbie nunca mostró síntomas de alguna enfermedad grave o al menos nada muy evidente, en realidad fue su edad quien se hizo presente. El pasado 30 de diciembre mi mamá me llamó para avisarme que algo no andaba bien con ella. Cuando llegué a casa acompañada de mi papá, encontramos a la perrita recostada e inmóvil en la cocina, pensamos que ya estaba muerta pero aún respiraba. 

La muerte natural e inevitable es algo que no se disfraza, uno puede darse cuenta cuando ha llegado para humanos y animales. 

A continuación, la envolví en una toalla y la tome en mis brazos. La perrita ya no reaccionaba a ningún estímulo, fue demasiado triste. 

Salimos en  búsqueda de alguna veterianaria abierta. Los minutos se hicieron demasiado largos mientras encontrábamos una. Cuando por fin lo hicimos, lo siguiente fue muy rápido. Nos confirmaron que ya no había nada que hacer, le inyectaron un tranquilizante y nos dieron oportunidad de despedirnos de ella, sus ojitos estaban entreabiertos, la acariciamos y a continuación la "durmieron". 

Cuando hablas con alguien y expresas el dolor que sientes por la partida de un amigo peludo, la cara de asombro e incredulidad muchas veces se hace presente. Algunas personas no se imaginan el dolor que se siente al ver morir a una mascota que amas. Subestimamos esta pérdida porque creemos que no es comparable con la de un humano, pero se equivocan. Cuando amas mucho algo o alguien, aunque sea un animal, la pérdida es devastadora. También se experimenta un duelo y aunque sin duda es mucho mas corto y menos difícil que aquel que vives cuando pierdes a cualquier persona, duele.

Quería compartirlo con ustedes porque se que muchos amigos cercanos también tienen mascotas que aman y aveces hace falta que nos recuerden que hay que valorarlas, cuidarlas, apapacharlas y consentirlas, tener presente que no son eternas. También que está bien sentirse triste si las vemos enfermas, hacerse viejitas o morir. Cuando es necesario sacrificarlas, como en mi caso, es bastante doloroso, ya que también se presenta la culpa. El duelo de una mascota muchas veces es afrontar la pérdida de tu mejor amigo(a). No te preocupes si tu dolor es muy grande, es lógico cuando hemos pasado tantos años en compañía de nuestra mascota y si tienes que llorar, ¡llora! porque es válido, no hay que apurarse por lo que algunas personas puedan pensar, existen muchas otras que entenderán tu sentimiento y hay que tener la capacidad de ignorar la falta de sensibilidad en este tema. Recuerda siempre que cuando aceptas el dolor, se vuelve mucho más fácil de sobrellevar.

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